A lo largo de la vida todas las personas tienen sus propias dosis cotidianas de mala suerte, desengaños y fracasos. Algunas personas simplemente dejan ir estas vivencias mientras que otras las acumulan y se vuelven pesimistas.
Todos tenemos un mal día, hemos perdido a personas que
amamos o no hemos alcanzado las metas que nos proponíamos. Sin embargo, no
todos van quejándose por el mundo de su mala suerte. ¿Por qué? Simplemente
debido a que no han acumulado estas dosis de desengaño (que, por demás, van
incluidas en la vida, lo queramos o no). Estas personas han sufrido pero han
optado por continuar adelante extrayendo lo positivo de la experiencia y esto
les ha hecho aún más fuertes. Al contrario, quienes se empeñan en ver el lado
negativo de las cosas asumen el papel de víctimas y se convierten en
“pesimistas tenaces”.
Lo cierto es que no se nace pesimista, esta es una forma de
enfrentar la vida que se aprende a lo largo del tiempo, quizás porque nos
resulta mucho más fácil sentarnos a llorar las penas que enfrentarlas y salir
adelante buscando nuevas opciones. De hecho, no es casual que, de todas las
personas que he conocido, aquellas que han tenido una vida más fácil son las
más pesimistas. Y es que cuando creemos que tenemos derecho a todo y no
alcanzamos algo, es muy fácil caer en la depresión. Debemos recordar que la
resiliencia es una competencia que se va formando a lo largo de la vida pero
solo después de haber sufrido varios golpes y haber encontrado alternativas
para reponerse de ellos.
Las personas pesimistas se amarran a la desgracia y con ello
coartan su futuro, se dejan condicionar y atemorizar por las experiencias
negativas viendo siempre el vaso medio vacío. Paul Watzlawick en su libro
"El arte de amargarse la vida" retoma estos temas desde una deliciosa
perspectiva irónica con la cual pretende que cada persona reconozca su forma
errónea de afrontar las situaciones negativas de la vida:
- Créate problemas. Si no tienes suficiente con tus propias
dificultades, asume los problemas de los demás. Simplemente llénate la vida de
problemas, sin importar si son reales o no. La clave para lograrlo es brindarle
importancia a cada pequeña cosa que sucede a tu alrededor.
- Solo tú tienes razón. Lo que digan los otros simplemente
no es importante porque no comprenden cómo te sientes. Desecha cada consejo que
te den porque de seguro no merece la pena.
- El presente no merece ser vivido. Posterga continuamente
los placeres que puedes darte aquí y ahora y aplica la regla mejor mal conocido
que bueno por conocer. La clave para lograrlo está en torturarte
permanentemente pensando en todas las cosas negativas que te podrían suceder
dentro de unos cuantos años.
- Vive obsesionado. Elige una situación negativa y tráela a
tu memoria una y otra vez hasta que se convierta en un recuerdo imborrable. De
seguro los problemas del día a día pasarán desapercibidos.
- Nunca te perdones. Piensa que eres un incapaz y aplícate
todos los adjetivos negativos que te vengan a la mente. Solo tú tienes la culpa
de todo.
Sin lugar a dudas este contrasentido te ha resultado muy
fuerte. Pues lo cierto es que pensamos de esta forma muchas más veces de lo que
sería sano y muchas más de lo que nos atrevemos a reconocer.
Afortunadamente, existen algunas pautas que podemos seguir
para dejar de ser pesimistas:
1. Identifica los pensamientos que te hacen sentir mal y
anótalos en un papel. Reflexiona sobre su causa, intenta deslindar por qué
piensas así. Pregúntate hasta qué punto estos pensamientos se corresponden con
la realidad. De seguro te sorprenderás al darte cuenta que este tipo de
pensamientos no tiene una base lógica.
2. Reflexiona sobre cómo este tipo de pensamientos
pesimistas determina tu estado emocional y tu comportamiento. ¿Qué haces cuando
eres optimista? Confróntalo con tu productividad cuando eres pesimista. ¿Cómo
se resienten tus relaciones interpersonales cuando te manifiestas de forma
pesimista?
3. Conoce tus límites y tus responsabilidades. Borra la
palabra culpa de tu diccionario y cámbiala por el vocablo responsabilidad.
Internaliza que no tenemos el control de todo lo que sucede a nuestro alrededor
y que la vida no se ensaña contigo, lo hace un poco con todos.
4. Aprende a escuchar de forma empática a los demás. No
compitas con tus amigos para hacerles ver que tus problemas son mayores, en
lugar de eso, escucha sus dificultades e intenta aprender sus estrategias para
lidiar con las mismas.
5. Ante cada pensamiento negativo y pesimista, busca una
idea positiva que te haga sentir bien.
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