Los bebés y los psicópatas tienen un aspecto en común: son
muy buenos en lograr lo que desean porque no hay muchos que se le resistan. Y
lo cierto es que si deseamos aprender el arte de la persuasión, deberíamos
tomar unas cuantas notas sobre sus comportamientos.
Ser agresivos, tímidos o positivos; estos son algunos de los
estilos de persuasión más utilizados pero lo cierto es que no siempre
funcionan. Por eso algunos psicólogos han ampliado su campo de investigación
analizando el estilo de los bebés. Así, afirman que quejarse podría ser un
excelente arma persuasiva.
Obviamente, a nadie le agradan los quejicas crónicos y
tenemos varios términos denigrantes en nuestro vocabulario para comprobarlo
pero el arte de quejarse es toda otra cosa. De hecho, incluso se han publicado
varios libros al respecto.
En primer lugar, debes saber que quejarte en los momentos
inadecuados (cuando hay otras personas que son el centro de atención o cuando
la conversación gira sobre cuestiones más relevantes que nosotros mismos) puede
hacerte lucir más egoísta y no obtendrás los resultados que esperabas. La queja
como arma persuasiva va más allá de la simple cantinela que estamos
acostumbrados a escuchar todos los días.
El primer paso para quejarse de forma eficaz es decidir si
realmente deseas obtener un resultado concreto o si la queja te servirá solo
como válvula de escape emocional. Es decir, a tu interlocutor le debe quedar
bien claro si estás pidiendo ayuda (si se trata de arreglar un problema) o si
simplemente eres una persona que busca apoyo emocional para enfrentar una
dificultad. La diferencia puede parecer nimia pero es vital para lograr tus
objetivos.
El segundo paso será realizar un plan donde deberás
determinar con exactitud qué quieres lograr (nunca dejes que la otra persona
sea quien elija la forma de “reparación del daño”). Luego, deberás averiguar
quién puede proporcionarte lo que necesitas (es absolutamente contraproducente
quejarse ante alguien que no tiene el poder para cambiar nuestra situación).
Debes tener presente que cuando las personas reciben una queja,
normalmente se ponen a la defensiva e incluso podrían lanzar un nuevo tema que
te desvirtúe de tu objetivo. Por eso es importante que seas agradable (incluso
si eso va contra nuestros instintos). Es lo que se conoce como el eterno dilema
existencial de la queja: ¿quieres tener la razón o deseas obtener un buen
resultado? Mantén en mente esta pregunta siempre que utilices la queja como una
herramienta persuasiva.
Una forma para evitar la espiral ascendente de actitud
defensiva es aplicar la técnica del "sándwich de la queja". ¿Qué es?
Imagina que la queja es un sándwich que deberás preparar para que a la otra
persona le agrade. En la parte que corresponde al primer mordisco deberás
preparar el terreno para que tu interlocutor no se sienta atacado sino atraído
y con ganas de comerse el resto del sándwich. Obviamente, el punto fuerte del
sándwich es la queja o solicitud de reparación y el segmento inferior es la
parte digestiva; o sea, donde das las gracias y refuerzas la idea de que eres
una persona razonable y digna de ser ayudada.
Recuerda siempre no irte por las ramas, tu discurso debe ser
sencillo y preciso, directo al objetivo.
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