Pues bien, el hecho de que seamos personas vulnerables no es
tan negativo como podríamos pensar sino que tiene algunos aspectos positivos.
En primer lugar, está demostrado científicamente que las personas que contraen
enfermedades contagiosas (como las de transmisión sexual) son aquellas que se
sienten menos vulnerables. Esto se explica debido a que nuestra escasa
percepción de nuestra propia vulnerabilidad, nos hace asumir comportamientos de
riesgo. Al contrario, si asumimos que tenemos tantas probabilidades de enfermar
como cualquier otra persona, probablemente tomaremos todas las medidas
necesarias para protegernos.
Un refrán popular afirma que “no sabemos lo que tenemos
hasta que no lo perdemos” y la vulnerabilidad vendría siendo una sensación que
nos permite apreciar en el aquí y ahora todo lo que poseemos. Es decir, saber
que somos vulnerables a algo (sin importar de qué se trate) nos ayudará a
valorar mucho más nuestro presente y a vivir de forma más plena cada instante.
Si asumimos que somos personas vulnerables (y realmente lo somos tanto que nos
asustaríamos si tan solo consideráramos una pequeña parte de los riesgos que
corremos en el día a día) podríamos aprender que el “aquí y el ahora” es todo
lo que tenemos para ser felices.
De la misma forma, la vulnerabilidad, más que un estado que
debe esconderse ante una sociedad que a través de los siglos nos ha inculcado
que debemos ser “fuertes” y no demostrar nuestras “debilidades”, podría
convertirse en una sensación que nos une como seres humanos. De hecho, se
conoce que en las comunidades donde las personas se muestran más vulnerables
existe una mayor grado de cohesión ya que todos sus miembros saben que
necesitan uno del otro. Así, la vulnerabilidad no es un estado que se deba
ocultar a rajatabla sino que nos puede ayudar a conectar con otros seres
humanos.
En ocasiones nos dejamos llevar demasiado por el tipo de
pensamiento que nos ha inculcado la sociedad. Tanto es así que ni siquiera nos
cuestionamos si existe otra forma de comprender los fenómenos que nos rodean.
Los aceptamos tal cual y listo. Sin embargo, el abanico de potencialidades es
infinito y está en nuestras manos asumir una faceta u otra.
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