Entre las “cartillas” de lenguaje corporal que abundan en
internet, un mito muy difundido es el siguiente:
“Los ojos de una persona que miente tratan de evadir
constantemente a su interlocutor, ya sea por vergüenza o pesar.”
Nada más alejado de la verdad.
Mentir es como jugar al baloncesto. ¿Se imaginan que estén
probando sus tiros, y que cada vez que lancen el balón, volteen hacia otro
lado? Poco probable; siempre querrán ver si acertaron o no. Y exactamente eso
es lo que hacemos; mantenemos nuestra mirada fija en la trayectoria del balón.
Cuando mentimos, lanzamos una “pelota” que esperamos nuestro
interlocutor atrape. Esperamos que se convierta en un ´punto´. Esperamos que
baje la guardia y nos crea. Hasta entonces, tratamos de escrutar cada
centímetro de su rostro; el brillo de sus ojos, la tensión en su cara, el color
de la piel, la respiración… buscamos de manera deseperadamente inconsciente una
confirmación de que nuestra falsedad ha destruido por completo la duda de la
otra persona. Hasta entonces, no dejaremos de mirar.
¿Es confiable esta lección?
Todo exceso es sospechoso. En algún momento nos habremos
topado con alguien que sabíamos que mentía… y que se esforzaba ridículamente
por no establecer contacto visual alguno. Quizás se quedaba viendo una grieta
en el techo, o quizás una piedrita en el piso… pero nunca volteaba a vernos. Lo
más probable es que no tuviese un argumento, sino que más bien se empeñara una
y otra vez en negar su participación o conocimiento de la acusación. En este
caso, la certeza de que está mintiendo es aún mayor.
En uno u otro caso, mantener la mirada fija o evadirla
totalmente son signos claros de que la persona esconde algo.
Fuente:lenguajecorporal.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario