lunes, 26 de diciembre de 2011

Hipnopedia: ¿Mito o realidad?


El vocablo hipnopedia hace referencia al aprendizaje mnémico que se verifica durante el sueño con la ayuda de instrumentos que reproducen ciertos contenidos sin despertar a la persona. En otras palabras, será el aprendizaje subliminal nocturno. Pero… ¿es posible aprender con la hipnopedia o es solo un mito?
 
Desgraciadamente hasta el momento esta es una técnica que se ha estudiado muy poco y fundamentalmente en la década de los años ’50 y ’60 del siglo pasado. En la actualidad no se encuentra plenamente rechazada pero tampoco comprobada, si bien no se recomienda como técnica principal de aprendizaje.

Se conoce que durante el sueño el cerebro emite ondas diferentes que nos hacen más sensibles a la recepción de los estímulos auditivos pero esto no quiere decir que seamos capaces de adquirir un conocimiento que podamos aplicar posteriormente. Esto se debe a que durante el sueño se produce una desconexión entre la corteza cerebral y las señales temporales de forma que se dificulta no solo la memorización sino que se hace imposible la comprensión del contenido que se pretende “aprender”. Puntualizo que el hecho de que durante el sueño se produzcan procesos de consolidación de la memoria y de los contenidos previamente aprendidos, no es lo mismo que aprender durante el sueño.

En el año 1956 los psicólogos William Emmons y Charles Simon idearon un curioso experimento para comprobar la eficacia de la hipnopedia. Estos psicólogos crearon una lista de diez palabras que era repetida tantas veces como fuese posible durante un periodo de ocho horas de sueño. Durante todo este tiempo se grababa con un EEG las funciones cerebrales de las personas.

Posteriormente, a los participantes se les pidió que eligieran de una lista de 50 palabras, las diez que habían “aprendido” durante el sueño. Pudo apreciarse que la mayoría de las personas no eran capaces de determinar cuáles eran las diez palabras que habían “escuchado” en la noche. Sin embargo, si las palabras se presentaban durante el periodo de somnolencia profunda (cuando aumentaba la actividad alfa), aumentaba su retención pero solo acudían a la memoria cuando se les pedía inmediatamente que las eligieran dentro de una lista; es decir, no eran capaces de recordarlas por ellos mismos.

Sin embargo, unos años antes los psicólogos Fox y Robbin habían realizado un experimento exitoso. En este estudio hacían escuchar a las personas 25 palabras en idioma chino y la traducción de las mismas en idioma inglés, repetidas tan solo 15 veces durante el sueño. En comparación con el grupo de control (que había escuchado música), quienes oyeron las palabras chinas y su correspondiente traducción mostraron una mejor comprensión de algunas frases en idioma chino.

Más reciente en el tiempo es un experimento realizado en la Universidad de Hull. En esta ocasión a los participantes, antes de ir a la cama, se les presentaron 20 imágenes. Posteriormente, durante la fase REM o la fase 2, se les pasó una cinta donde estaban grabadas series de 10 palabras que fungían como los equivalentes verbales de la mitad de las imágenes que habían visto antes de dormir. Estas palabras se repitieron diez veces.

En la mañana, al pedírseles que recordaran las imágenes, pudo apreciarse que la memoria de quienes se habían sometido al “aprendizaje” durante la fase 2 había mejorado en comparación con el grupo control. Sin embargo, la repetición durante la fase REM no mostró una mejoría en la recuperación de la información. Los investigadores sugieren que estas diferencias para recuperar la información se debe a que durante la fase 2 del sueño existen menos barreras para almacenar los datos mientras que en la fase REM nuestro cerebro se concentra más en la consolidación de lo ya aprendido, por ende, está menos dispuesto a aceptar nuevos datos.

Así, puede presuponerse que el cerebro sea más receptivo durante algunas fases del sueño y no otras de la misma forma que este método podría ser más adecuado para algunas materias como la enseñanza de idiomas y no para otras.

No obstante, lo cierto es que hasta el momento no existen datos científicos concluyentes (o al menos yo no los conozco) realizados con una gran muestra que comprueben o desmientan totalmente la eficacia de la hipnopedia.

Aún así, considero que por mucho que pueda avanzarse en este campo, la hipnopedia no es un verdadero método de aprendizaje en tanto durante el sueño somos incapaces de analizar y llegar a conclusiones generalizadoras. Debemos recordar que aprender es mucho más que memorizar.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La crítica constructiva: 6 reglas


Criticar es fácil, realizar una crítica constructiva es un arte. A veces pareciera que tuviéramos incluido en nuestro ADN el “don” de criticar y es que evitar esta postura hipercrítica es sumamente difícil. De hecho, les motivo a que pasen un día entero sin criticar nada. De seguro antes de que pasen tres horas se encontrarán criticando algo.

No obstante, la crítica no tiene por qué ser negativa sino que puede convertirse en un punto de apoyo para crecer, en este caso me refiero a la crítica constructiva.

El objetivo esencial de la crítica constructiva es lograr un cambio favorable que beneficie a los otros (y esta es la idea que siempre debemos tener presente cuando vayamos a criticar). Con demasiada frecuencia cometemos el error de analizar únicamente nuestro punto de vista sin tener en cuenta las necesidades o propósitos que tienen los otros. Por eso, antes de criticar, es necesario abrir nuestra mente y preguntarnos si nuestra crítica realmente puede aportarle algo positivo a la otra persona.

En este punto podrás comprender que realizar una crítica constructiva que ayude a crecer al otro no es tarea fácil; sin embargo, existen algunas reglas que pueden ayudarte:

1.- Ser autocrítico: ¿Estamos criticando un error que nosotros mismos solemos cometer? ¿Vamos a sugerirle a una persona que sea más flexible cuando nosotros no lo somos? Normalmente la crítica es aceptada con agrado cuando proviene de una persona confiable y madura. Esto quiere decir que la técnica: “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, no se aplica a las críticas constructivas.

2.- Personalizar: mientras más personalizada sea la crítica, más probabilidades tendrá de llegar a buen puerto. Hablar en sentido general no ayuda, es mejor determinar adecuadamente el objetivo y hacerlo llegar de forma concisa y personalizada al caso que tenemos delante.

3. Criticar resultados y comportamientos, no personas: el hecho de que alguien haya hecho mal algo, no significa que la persona sea incompetente. El hecho de que se haya comportado de manera rígida ante una situación no significa que sea una mala persona. Por ende, cuando criticamos debemos tener cuidado con las palabras utilizadas. Una crítica constructiva no tiene el objetivo de hacer sentir mal al otro sino de ayudarle, por ende, no le criticamos como persona sino que apuntamos los errores de sus resultados o comportamientos.

4.- Utilizar el tono adecuado: el objetivo de una crítica constructiva no es vencer al otro sino convencerlo de los problemas o errores. Por ende, el tono de sabelotodo o de prepotencia no es el más adecuado. Intenta asumir la postura del amigo o del compañero que desea sugerirle un cambio.

5.- Buscar el momento adecuado: en ciertas ocasiones, sobre todo en los lugares públicos o cuando la persona está muy comprometida emocionalmente, es mejor posponer la crítica para otro momento. Si realmente deseamos que la otra persona cambie, debemos esperar a que tenga una disposición emocional adecuada para escuchar lo que deseamos decirle.

6.- Brindar sugerencias y apoyo: a veces, por muy constructiva que sea la crítica, la soltamos cual “patata caliente”. Es decir, apuntamos lo que anda mal pero no le brindamos un posible camino para que solucione la problemática. Esto provoca desazón y angustia en la persona que es criticada ya que se siente perdido y sin brújula. Por eso, antes de criticar, es mejor pensar en cuáles podrían ser las posibles opciones para cambiar lo que está mal hecho. Si no tenemos ninguna solución a mano, entonces es importante brindarles nuestro apoyo para encontrar juntos una salida.

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Cómo detectar mentiras? #7: El alivio de la retirada


La última técnica que debemos aprender para detectar mentiras es, sin duda alguna, la más difícil de aplicar. Se basa en la siguiente premisa:
“Cuando una persona está siendo interrogada de manera inquisitiva, se mantendrá a la defensiva y su cuerpo estará tenso. En el momento que el interrogatorio termine, pueden ocurrir una de dos cosas: O bien la persona ´contrataca´ diciendo lo injusto que hemos sido en pensar que está mintiendo, o bien se queda callad@ y su cuerpo se relaja por unas décimas de segundo.”
En pocas palabras, una persona culpable se sentirá aliviada instantáneamente cuando el “interrogatorio” termine.
 El alivio que sentimos cuando termina el interrogatorio

¿Por qué es tan difícil de poner en práctica?
Primero y principal, esta es la única técnica que implica al mentiroso en pleno conocimiento de que lo estamos interrogando. Este proceso, en sí mismo un arte delicado, debe ser lo suficientemente exasperante para él como para que exhiba al menos tres de las seis claves expuestas en los posts de esta serie. En ese momento sus hombros estarán tensos, pues el reptil ubicado en el sótano del cerebro triuno los precalienta por si la situación amerita resistir un soberano sartenazo.
Si el interrogatorio finaliza de manera súbita, debemos estar atentos a dos claves: a) la relajación de uno ó ambos hombros y b) La respiración,  que siendo superficial hasta ese momento, se reanudará con un suspiro sordo.

¿Tan preciso es?
Imagínense que nos empiezan a acusar de algo que no es cierto. A pesar de lo que decimos en nuestra defensa, siguen sin creernos. ¡Nos indignaríamos! Y no sería una emoción que se disipe de buenas a primeras.  Apenas termina el interrogatorio, empezaríamos a reclamar la injusta acusación.
Pero si somos culpables, la actitud es otra.  Por medio segundo nos relajamos, aliviados que ya el ataque terminó; pero enseguida el hemisferio izquierdo del cerebro toma las riendas y dice “¡Epa! se supone que debemos demostrar indignación!”

¿Cómo ejecutarlo correctamente? Existe un rocedimiento sistemático para lograrlo; requiere de cierta práctica, pero es posible lograrlo:
1) Acorrale al (supuesto) mentiroso, lanzando pregunta tras inquisitiva pregunta, tratando de ir aumentando su estrés, pero sin que sobrerraccione.  Vaya cocinándolo a fuego lento.
2) Verifique visualmente que, efectivamente, sus hombros se empiezan a subir y “juntarse” un poco.  Este paso es muy importante, y es el que da pie a:
3) Lance una última pregunta y espere la respuesta (cualquiera que sea), y por último…
4) ¡El punto decisivo!.  Apenas el mentiroso termina su respuesta, nos quedamos de tres a cuatro segundos mirándolo fijamente a los ojos, como considerando que está diciendo en efecto la verdad; mientras, nuestras manos deben estar apuntaladas en la cintura, dando a entender que no vamos a dar un paso atrás.  Al terminar los tres ó cuatro segundos de mirada fija… afloja los brazos, gira tu cuerpo 45°, llévate una palma a la frente y suspira profundamente, oscilando los ojos hacia abajo, pero sin perderlo de vista.

Este gesto compuesto le dará a tu interlocutor absoluta certeza de que el interrogatorio ha terminado.  ¡Es el momento! ¿Empieza el contraataque inmediatamente, o hay una fracción de segundo de alivio?

¿Cómo detectar mentiras? #6: Bajar la voz y tragar saliva


Ésta es la lección para detectar mentiras más fácil de implementar.  Cuando una persona miente o está inventando algo, su tono y volumen de voz disminuyen dramáticamente, casi en un 50%.  De hablar con una correcta modulación, pasa de repente a bajar la voz con discreción, y de nuevo a un tono de voz normal.
 tragar saliva y bajar la voz son indicios de mentir
¡Inclusive, puede ocurrir varias veces a lo largo de frases concatenadas!  
Trata de identificar, a medida que tu interlocutor se expresa, las subidas y bajadas de tono; pon atención a qué detalles estaba explicando n el momento que disminuyó el volumen al hablar; Apunta maquiavélicamente tus próximas preguntas a estos detalles que tu “víctima” quiere pasar por debajo de la mesa.
En la misma medida que el tono de voz oscila con las mentiras, hay otro detalle vocal que no puede restársele protagonismo: tragar saliva.  
Éste es un proceso automático que hacemos todo el tiempo, pero si estamos nerviosos lo hacemos casi deliberadamente, y se nota.  
Los cómics han sido bastante explicativos al respecto, pues el gesto clásico del personaje aterrado que debe halarse el cuello de la camisa para poder tragar saliva con la parsimonia que lo caracteriza, está firmemente arraigado en nuestro léxico corporal.
Pero esta clave está más allá de una simple viñeta infantil.  
Es un hecho que las personas,cuando estamos nerviosas, necesitamos (conscientemente) tragar saliva.¡Ojos pendientes de la garganta de tu interlocutor!
Es más fácil si el sujeto es hombre, pues la manzana de Adán es una especie de bandera gigante que nos permitirá presenciar este fenómeno a plenitud.

¿Cómo detectar mentiras? #5: Justificarse innecesariamente


Una de las recomendaciones que hacen los abogados a las personas que están siendo interrogadas, bien sea en una comisaría o en un juicio, es el de ser fríamente concretos.  “Sí” o “No” son las respuestas adecuadas; si hay que responder con una frase completa, debe hacerse lo más sencilla posible y responder exactamente lo que están preguntando. Si te preguntan 
-“¿Dónde estuvo usted la noche del martes?“, nuestra respuesta debe ser de menos de cuatro palabras. 
-“En la discoteca tal o cual“.Punto.
 justificarse es un indicio que se está mintiendo
Criminólogos, abogados, psicólogos, psiquiatras y demás profesionales afines conocen perfectamente la razón de esta recomendación. 
Cuando nos sentimos culpables por una u otra razón, o cuando estamos nerviosos porque queremos demostrar nuestra inocencia o eficiencia, tendemos a… justificarnos innecesariamente.

¿Qué podemos definir como una justificación innecesaria? todo detalle que busca probar lo que estamos diciendo.  Por ejemplo, un criminal que tenga una coartada para “el martes en la noche”, la espetará completa sin que se lo soliciten, con tal de que lo dejen en paz de una vez.  
Y aquí es cuando los especialistas nos damos cuenta si ha estado practicando la respuesta; una persona que realmente tiene que “recordar”, se toma su tiempo en estructurar los detalles.  No tiene que practicar nada, puede responder calmadamente, pues está hablando con la verdad.
Entonces ¿Qué ganamos hablando más de la cuenta?.  Absolutamente nada.  De hecho perdemos mucho, pues damos detalles muchas veces innecesarios que ayudarán a un interrogador sagaz a contradecirnos eventualmente, incluso si estamos diciendo la verdad.

¿Cómo es posible? el nerviosismo es el culpable.  Si la respuesta a la pregunta fuese 
-“Estaba en la discoteca… con Juan y María“, y en realidad Juan sólo nos acompañó diez minutos y se fue, entonces quien nos interroga podría alegar que 
-“A las 9:30 p.m. Juan se encontraba en casa de su mamá. ¿Cómo es posible que estuviese con usted en la discoteca?“.  
Ahí toca justificar aún más.  Diríamos (aún más nerviosos) -
-“Ah, es que él se marchó a las 9:10… no volví a saber de él”.  
Y por ahí nos vamos. ¿Se imaginan si a las 9:45 le enviamos un mensaje de texto a Juan y lo olvidamos? Todo se complica.

Y todo por culpa de… justificarnos innecesariamente.

¿Cómo detectar mentiras? #4: Los ojos fijos


Entre las “cartillas” de lenguaje corporal que abundan en internet, un mito muy difundido es el siguiente:
“Los ojos de una persona que miente tratan de evadir constantemente a su interlocutor, ya sea por vergüenza o pesar.”
 Ojos que se mantienen fijos al mentir
Nada más alejado de la verdad.
Mentir es como jugar al baloncesto. ¿Se imaginan que estén probando sus tiros, y que cada vez que lancen el balón, volteen hacia otro lado? Poco probable; siempre querrán ver si acertaron o no. Y exactamente eso es lo que hacemos; mantenemos nuestra mirada fija en la trayectoria del balón.

Cuando mentimos, lanzamos una “pelota” que esperamos nuestro interlocutor atrape. Esperamos que se convierta en un ´punto´. Esperamos que baje la guardia y nos crea. Hasta entonces, tratamos de escrutar cada centímetro de su rostro; el brillo de sus ojos, la tensión en su cara, el color de la piel, la respiración… buscamos de manera deseperadamente inconsciente una confirmación de que nuestra falsedad ha destruido por completo la duda de la otra persona. Hasta entonces, no dejaremos de mirar.

¿Es confiable esta lección?
Todo exceso es sospechoso. En algún momento nos habremos topado con alguien que sabíamos que mentía… y que se esforzaba ridículamente por no establecer contacto visual alguno. Quizás se quedaba viendo una grieta en el techo, o quizás una piedrita en el piso… pero nunca volteaba a vernos. Lo más probable es que no tuviese un argumento, sino que más bien se empeñara una y otra vez en negar su participación o conocimiento de la acusación. En este caso, la certeza de que está mintiendo es aún mayor.
En uno u otro caso, mantener la mirada fija o evadirla totalmente son signos claros de que la persona esconde algo.
Fuente:lenguajecorporal.org

¿Cómo detectar mentiras? #3: La sien perlada


¿Han notado cómo una persona que se siente amenazada, empieza a sudar copiosamente? 
Aún cuando escasos segundos antes tenía una frente ligeramente seca, ahora la vemos profusamente perlada producto de… el nerviosismo.
 La frente empieza a sudar por el nerviosismo
Esta reacción es provocada de manera natural por la amígdala cuando nuestro sistema límbico presiente que nos encontramos ante un peligro inminente. 
En vez de esperar a que entremos en actividad física que eleve nuestra temperatura y que provoque la correspondiente sudoración para calmarla, el cuerpo se anticipa provocando una sudoración que generalmente  sentimos más fría de lo normal.

¿Es realmente efectiva?
La sudoración de la frente es un indicio claro de que la persona está nerviosa. 
¿Nerviosa por qué?, se preguntarán. 
Puede que lo esté simplemente porque se siente acusada y está buscando exponer su explicación; o bien no tiene ninguna explicación y tiene que inventarla.
El problema es que en ese momento la persona que está siendo “acusada” entra en un círculo vicioso psicológico en el que le es imposible generar palabras coherentes puesto que su cerebro está dividido entre 
a) Alarmar sobre el peligro del momento
b) determinar la intención y reacciones de su interlocutor 
c) Desarrollar la mentira. Si a todo esto añadimos el hecho de que ya está nervioso y no puede pensar con claridad, es muy factible que termine metiendo la pata o simplemente confesándolo todo.
Este fenómeno de la frente perlada viene especialmente acompañado de los ojos fijos y la voz ahogada, ambas explicadas más adelante.

¿Cómo podemos asegurarnos de que funcione?
Debemos estar absolutamente seguros de que no hace el calor suficiente como para que la persona esté sudando. Una cuidadosa observación previa al “interrogatorio”, nos permitirá determinar si la piel de su sien está seca. Cuando la reacción al peligro lo invada, noten que la tez se volverá más clara (por compresión de los capilares) y… empezará a sudar.
Fuente:lenguajecorporal.org

¿Cómo detectar mentiras? #2: La boca que pica



Allan Pease, en su libro “el lenguaje del cuerpo”, explica cómo los gestos adultos son en realidad evoluciones de los movimientos automáticos de los niños (Las expresiones de emotividad, los movimientos exagerados de las manos, los ojos desmesuradamente abiertos…) todos rasgos infantiles inconfundibles llegan sin escalas a la adultez, cada vez más y más sutiles para llamar cada vez menos la atención.
como detectar mentiras, tocarse los labios
¿Qué hace un niño instintivamente cuando escucha una mentira, una grosería o algún vocablo impropio? 
Su reacción natural será la de taparse con ambas manos la boca, queriendo decir con este gesto “¡No puedo creer lo que estés diciendo!”. 
Al ir creciendo, esta manifestación se hace casi imperceptible y puede derivar en un simple toque de las comisuras de los labios o incluso la punta de la nariz.
“Un momento”, dirán ustedes, “En ese caso el niño se tapa la boca porque escucha una mentira, más no porque la dice.” Recuerden por un instante que el cerebro humano es propenso a “representar” sensaciones que no están realmente presentes; Si, por ejemplo, vemos a una persona mordisquear un limón, no podremos evitar sentir su gusto ácido en nuestra propia boca, que hasta podría salivar. De la misma manera, intercambiamos el gesto de las manos que se llevan a la boca cuando otra persona miente, por nuestra propia mentira articulada.

¿Es realmente efectiva?
Está científicamente comprobado. De todos los “micropicores” definidos por Phillippe Turchet en el libro “El lenguaje de la seducción”, el de las comisuras de los labios y el de la punta de la nariz están íntimamente relacionados con el mentir.

¿Cómo podemos asegurarnos de que funcione?
Simplemente basta con imaginarse un triángulo sobre la boca y nariz de nuestro interlocutor, estar pendientes si en algún momento se acerca las manos a él.
Una de las ventajas en cuanto a la precisión de este “indicio” de la mentira es que los nervios que causan esa picazón en los labios rara vez son afectados por una alergia. 
La nariz puede dispensarse en algunos casos de resfriado común o reacción a un olor fuerte; pero los labios, al ser tocados, no pueden mentir. La persona está insegura de lo que está diciendo; ya sea que esté creando todo un argumento, o simplemente esté pensando en cómo demostrar su inocencia, las comisuras de los labios son implacables.
Fuente:lenguajecorporal.org

¿Cómo detectar mentiras? #1: Repetir la pregunta


La primera lección sobre cómo detectar mentiras es bastante fácil de identificar, la llamaremos “Repetir la pregunta”


Repetir la pregunta que nos hacen es sospechoso


¿En qué consiste? como su nombre lo indica, tiene dos manifestaciones posibles:
1) Le hacemos una pregunta sencilla a una persona y ésta la repite total o parcialmente, como si no nos hubiese escuchado o entendido.Por ejemplo, un diálogo clásico:

Andrea: “¿Se puede saber dónde estabas tú anoche?”
Beto: ¿Anoche? / ¿Que dónde estaba yo anoche? / ¿Quién, yo?

En cualquiera de los casos, los centros de procesamiento del cerebro están siendo puestos en funcionamiento de manera sorpresiva, y con el pleno conocimiento de que a una pregunta sencilla debe seguirle una respuesta sencilla, la mente necesita valiosas décimas de segundo para articular una respuesta no comprometedora.  ¿Cómo ganar tiempo? repite la pregunta.  Es algo que hacemos casi instintivamente.

2)Complementar la respuesta con la pregunta misma.Digamos que no repetimos literalmente la pregunta, sino que la “adjuntamos” a una respuesta que debería ser, a todas luces, sencilla.  Por ejemplo:

Andrea: “Amor, ¿Le pusiste comida al perro?”
Beto: “Uhm, Sí amor, yo le puse comida“

Luego de una respuesta así, esperemos que Beto se asegure de que Fido no se muera de hambre.  El incluir la pregunta original como una coletilla de la respuesta (que en este caso podría ser simplemente “Uhm, Sí amor“) es señal que el centro del lenguaje quiere sonar convincente, cosa que no ocurre cuando nos preguntan nuestro nombre, por ejemplo.
Fuente:lenguajecorporal.org