Te acuestas y en esos momentos en que estás a punto de
dormirte, se te ocurre una idea genial para resolver un problema al cual le has
estado dando vueltas durante días. O vas por el parque corriendo y de pronto se
te ocurre la solución perfecta. No importa el escenario o la hora del día en
que te suceda, estás convencido de que la idea es tan genial que no la
olvidarás. Sin embargo, al cabo de dos o tres horas, la has olvidado por
completo y jamás vuelve a aparecer, no importa cuánto te esfuerces en
recordarla.
De seguro te habrá sucedido esto en alguna ocasión. Es lo
que se conoce como el sesgo de la previsión. En práctica, todo parece indicar
que tenemos una tendencia a sobrestimar el poder que tenemos para recordar y
esta falta de objetividad la pagamos caro, el precio es el olvido.
En el 2005 psicólogos de las universidades de Haifa y de
California estudiaron este fenómeno. Reclutaron a 24 estudiantes y les dieron
una lista con 60 pares de palabras. En esta lista, 20 parejas de palabras no
tenían ninguna relación entre sí, otras 20 tenían una relación débil y el
resto, guardaban una fuerte correspondencia puesto que hacían referencia al
mismo objeto o tenían el mismo significado. Los investigadores esperaban que,
cuando a los estudiantes se les mostrase una de las palabras, les sería más
fácil recordar la pareja que guardase una estrecha relación.
Así, a los participantes se les dijo que debían estudiar los
60 pares de palabras. Tan pronto como las palabras desaparecían de la pantalla,
el estudiante debía indicar en una escala, cuán memorable creía que era esa
pareja.
Como habían imaginado los investigadores, los jóvenes
estaban convencidos de que recordarían los pares de palabras relacionados y que
su memoria les fallaría en las parejas de palabras que no guardaban ninguna
relación entre sí.
Pero… ¿qué sucedió en realidad?
A continuación, los investigadores le mostraban a los
participantes unas de las palabras y les pedían que recordasen la pareja a la
que estaba asociada. Así se pudo apreciar que realmente el recuerdo de los
pares de palabras relacionadas no era tan bueno como los estudiantes habían
predicho. Por ejemplo, la pareja “lámpara-luz” usualmente se intercambiaba con
“lámpara” y “bombilla” o “lámpara” y “sombra”.
La mayoría de los jóvenes afirmó que podría recordar
aproximadamente un 50% de los pares de palabras relacionadas pero en realidad,
pudieron recordar solo el 20%.
¿Por qué sucede esto?
Los investigadores afirman que todo se debe a nuestro
desconocimiento sobre cómo funciona la memoria y el aprendizaje. Esta falta de
conocimiento metacognitivo nos haría sobrevalorar nuestra capacidad mnémica.
Sin embargo, considero que esta explicación no es sino uno
de los múltiples factores que inciden en el olvido. De hecho, podríamos olvidar
con mayor facilidad una excelente idea o algunas palabras relacionadas porque
no esforzamos suficientemente a nuestra memoria.
Por ejemplo, imaginemos que vamos corriendo por el parque,
nos encontramos un amigo y este nos da su número de teléfono. Si no tenemos
donde anotarlo, ¿qué haremos? Probablemente lo repetiremos una y otra vez hasta
fijarlo en nuestra memoria y, apenas lleguemos a casa, lo escribiremos. Es
decir, nos esforzamos en recordar y echamos mano a diferentes técnicas para no
perder la información. Sin embargo, cuando estamos seguros de que una
información es “memorable”, no nos esforzamos en recordarla y, por ende, tendremos
grandes probabilidades de perderla.
La solución es muy sencilla: la próxima vez que encuentres
una idea genial, piensa en ella como en un número de teléfono y usa todas las
técnicas que estén a tu alcance para no olvidarla.
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