En una ocasión Cervantes afirmó que “la peor reconciliación
es preferible antes que el mejor divorcio”. Realmente no coincido con su idea
pero al parecer hay muchas personas que si lo hacen. De hecho, a pesar de todas
las dificultades que se vivencian cuando se rompe la relación de pareja, un
elevadísimo porcentaje de personas opta por la reconciliación. En términos
estadísticos, estamos refiriéndonos a que aproximadamente el 75% de las
personas ha vuelto con una pareja de la cual se había separado.
Pero… ¿esta reconciliación está basada en la ignorancia de
los hechos, en la persistencia del amor, en las ilusiones positivas o quizás en
una oculta tendencia masoquista?
Realmente las causas que conducen a la reconciliación son
muchas y van desde el hecho de que aún existe amor hasta el miedo a la soledad
o la añoranza de los hábitos de pareja. Por supuesto, lo ideal es que la
reconciliación esté guiada por los lazos del amor y que ambas personas
reconozcan sus responsabilidades en el fracaso anterior, comprometiéndose a
evitar los errores pasados.
La reconciliación no es empezar desde cero
Las personas suelen guiarse por dos grandes teorías
contrapuestas entre sí:
1. La naturaleza humana es estable y no le gustan los
cambios.
2. La naturaleza humana de por sí busca los cambios.
Quienes se guían por la primera teoría tienden a pensar que
existe una persona en el mundo destinada a ellos y, por ende, deberán estar
juntos por toda la vida. Quienes se guían por la segunda teoría saben que el
amor debe ser alimentado y que el cambio en las relaciones de pareja puede ser
un proceso normal cuando se terminan las razones para estar juntos.
Lo cierto es que ambas teorías son a la misma vez verdaderas
y falsas. Es decir, el cambio es necesario para desarrollarnos como personas
pero a la vez, mostramos cierta resistencia al mismo. Así, lo ideal sería
lograr un equilibrio perfecto.
En lo que respecta a las relaciones de pareja, existen
algunas cosas que pueden cambiarse siempre que nos esforcemos y existen otros
aspectos que serán particularmente difíciles de transformar. La posibilidad de
cambiar desempeña un rol esencial en el momento de la ruptura y la
reconciliación. Básicamente (y dicho a grosso modo) decidimos romper una
relación de pareja cuando consideramos que la otra persona no puede cambiar
para satisfacer nuestras exigencias. Al contrario, decidimos reconciliarnos
cuando hemos constatado que la otra persona ha cambiado o cuando creemos que
realmente puede cambiar. Obviamente, valorar la capacidad de cambiar es difícil
(tanto en uno mismo como en los otros) y a veces nos equivocamos tomando estas
decisiones.
Pero si difícil es romper, aún más complicado es
reconciliarse. Y es que la reconciliación, por más que deseemos comprenderla
como un “nuevo comienzo”, realmente es más una prolongación de la relación
anterior. Esto quiere decir que no podemos olvidar todo lo ocurrido y que el
pasado siempre estará determinando de una forma u otra la nueva relación. No es
lo mismo iniciar desde cero que con un camino recorrido donde a menudo existen
muchas heridas sin sanar.
Sin embargo, el hecho de que se posea una historia de pareja
previa no tiene necesariamente que ser negativo. Si ambas personas son capaces
de aprender del pasado para no cometer los mismos errores y se comprometen
verdaderamente con la relación, entonces la reconciliación puede ser positiva.
No obstante, si uno de los miembros no es capaz de olvidar lo sucedido o de
comprometerse con el cambio, de forma que el pasado continua reviviéndose,
entonces la reconciliación es negativa y solo causará más dolor.
Otro detalle que frecuentemente olvidamos en la
reconciliación, sobre todo si esta tiene lugar después de un periodo de tiempo
relativamente largo, es que la persona que vamos a reencontrar no es la misma
(para bien o para mal). Es decir, durante el tiempo de separación a menudo
exacerbamos los recuerdos positivos y en muchas ocasiones estos nos llevan a
idealizar a la otra persona o a retomar solo los rasgos que más nos agradaban.
Sin embargo, el otro también tuvo experiencias durante este tiempo que pueden
haberle cambiado. Por ende, esperar una reconciliación exactamente con la misma
persona es una utopía así como tampoco se puede añorar mantener solo los
aspectos más positivos de la relación anterior.
También en este caso, el cambio que ha ocurrido en el otro
no tiene por qué ser negativo sino que al contrario, puede aportar una dosis de
misterio a la relación, permitiéndonos redescubrir a la pareja y comprenderla
desde una perspectiva totalmente diversa.
Resumiendo
La reconciliación es positiva y recomendable cuando:
- Hay confianza mutua. Esto significa que ambos miembros de
la pareja pueden regresar sin rencor a la relación porque sus heridas han
sanado, de forma que el pasado no se convertirá en un lastre pesado que cargar.
- Hay amor y pasión. El resto de los motivos normalmente no
poseen la fuerza suficiente como para hacer que la relación perdure de forma
satisfactoria a lo largo del tiempo.
- Hay compromiso con el cambio. Ambas personas reconocen sus
errores y están dispuestos a cambiar para mejorar la relación de pareja.
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com
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