lunes, 27 de febrero de 2012

AMAXOFOBIA: Miedo a conducir


Aunque el término es poco conocido, incluso entre los profesionales de la psiquis, el miedo a conducir se denomina “amaxofobia” y afecta al 33% de los conductores que hoy rondan nuestras carreteras. Este trastorno se incluye dentro de la agorafobia, comprendida como el miedo y la angustia excesiva ante situaciones que no permiten una vía de escape.
 
Estas personas comienzan a experimentar taquicardia, sudores, respiración agitada, agarrotamiento muscular e incluso mareos y vértigos cuando se ponen frente al volante. Esto sucede porque se cree que el resto de los conductores son peligrosos, por ende, el tráfico se convierte en una amenaza. Como la persona cree que no tiene las herramientas para enfrentar este riesgo, simplemente se pone nerviosa y experimenta la necesidad de huir de esta situación.

El Instituto MAPFRE de Seguridad Vial realizó un estudio recientemente en el cual se involucraron a más de 1.500 personas y encontró que el 64% de las mujeres y el 36% de los hombres que conducen sufren esta fobia en alguna de sus formas, con síntomas más o menos acusados. Lo curioso es que la mayoría de las mujeres que padecen de amaxofobia tienen entre 30 y 40 años y son conductoras habituales en las calles urbanas. Y es que el temor principal es a tomar una autopista.

En el caso de los hombres, este mismo estudio refiere que el 40% de quienes sufren la amaxofobia ha sido espectador de un accidente de coche. Sin embargo, este factor causal disminuye al 25% en las mujeres, probablemente porque las féminas son más dadas a exteriorizar sus sentimientos por lo que pueden superar con más facilidad esta experiencia traumática. Además, otra problemática relacionada con los hombres que sufren la amaxofobia es que muy pocos buscan ayuda especializada debido a que les avergüenza reconocer que tienen miedo a conducir.

En otros casos no es un accidente de coche el hecho que provoca la amaxofobia sino que esta aparece sin causa aparente, incluso entre los conductores más expertos que llevan años detrás del volante. A raíz de la primera crisis de ansiedad que se experimenta se desarrolla un círculo vicioso donde predomina el miedo a vivir esta misma situación tan angustiante y este miedo es el que desencadena nuevas crisis siempre más intensas.

Finalmente, la preparación deficiente de un conductor para enfrentarse a los peligros de la carretera también es otro factor que puede contribuir a la amaxofobia. Obviamente, la falta de experiencia puede generar inseguridad y miedo, que a su vez generan ataques de pánico en determinadas situaciones que son percibidas como peligrosas.

Otros factores que pueden recrudecer los síntomas de la amaxofobia son los cambios atmosféricos como demasiada lluvia o el pavimento muy resbaladizo a causa del hielo. La responsabilidad de llevar niños o desplazarse en coches prestados también son otros factores que añaden tensión a una actividad que a la persona ya de por sí le resulta estresante.

Obviamente, el principal problema que acarrea consigo la amaxofobia es que limita la libertad de movimiento de las personas y restringe las actividades que puede realizar ya que no puede trasladarse en su propio coche. De hecho, la inmensa mayoría de las personas reconoce que rechazan algunas actividades con tal de no utilizar el coche.


El tratamiento de la amaxofobia

Este tipo de fobia en particular se suele tratar desde un abordaje múltiple, donde se intenta en primer lugar variar las ideas de las personas sobre la amenaza que representa el tráfico. Posteriormente se trabaja en las habilidades de conducción de forma que la persona se autoperciba como más competente y, solo por último, se abordan los ataques de pánico.

El objetivo final es que la persona sea capaz de exponerse de manera gradual y controlada ante el volante. Como dato importante les añado que dentro de todas las fobias, el tratamiento de esta es uno de las que presenta el mayor porcentaje de éxito. Entre el 90 y el 95% de las personas afectadas logra superar su miedo y volver a conducir normalmente.
Fuente:Mapfre(2005)

viernes, 24 de febrero de 2012

A LA ESPERA DE UN FUTURO MEJOR


Al final del día el hijo se estaba exhausto y no había probado bocado por lo que el padre le preguntó:



“Un padre y su hijo tenían hambre por lo que decidieron irse a pescar en su pequeño barco. El padre ayudó a su hijo con el carrete y este pescó su primer pez.

- Gran pesca, hijo mío - dijo el padre.

- Sí, pero me preocupa que quizás esté perdiendo el mejor pescado – le respondió el hijo. - ¿Y si pudiera atrapar un pez más grande y más sabroso?

- Tal vez deberías intentarlo – fue la respuesta que obtuvo del padre.

 Y así lo hizo el hijo de forma que capturó un pez aún más grande.

- Una verdadera belleza – le animó el padre.

- Pero probablemente ahí fuera hay peces aún más grandes.

- Quizás deberías volver a intentarlo – le respondió el padre.

El hijo se animó y capturó otro pez mayor y así prosiguió con su idea de pescar siempre un ejemplar de mayor tamaño y de carne más exquisita.

 - ¿Te ha gustado el pescado?

 - No lo sé. Estuve tan ocupado intentando pescar los mejores ejemplares que no tuve ni un segundo para probarlos.”






¿En cuántas ocasiones nos hemos comportado como el hijo de esta historia? Desgraciadamente muchas veces esperamos a saborear la victoria hasta que logremos otra meta aún más grande y más satisfactoria. Entonces asumimos decenas de metas y nuevos objetivos que demandan nuevos esfuerzos y que nos mantienen tan ocupados que no somos capaces de apreciar los pequeños logros ni de disfrutar del camino que emprendemos. Esperar un futuro mejor no es definitivamente la mejor manera de vivir el presente.

Existe una triste verdad que más tarde o más temprano debemos enfrentar: aunque nuestra vida fuese el doble de larga, no podríamos visitar todas las ciudades del mundo, leer todos los buenos libros u obtener todas las metas que nos propongamos. Nuestra vida y nuestras capacidades son limitadas, por ende, en muchas ocasiones en vez de preocuparnos por aquello que nos estamos “perdiendo” sería mucho más inteligente concentrarse en lo que estamos “viviendo”.

Esto no significa que no debamos plantearnos metas nuevas y más desafiantes que nos permitan crecer como personas sino que debemos aprender a disfrutar del camino y a apreciar las cosas que tenemos a nuestra disposición en este mismo momento. Sin lugar a dudas es una tarea difícil pero no imposible.


martes, 14 de febrero de 2012

FALACIA DEL HOMBRE PAJA


“Dos amigos, Juan y Luis, se encuentran y al ver que un niño cruza la calle y casi provoca un accidente automovilístico Juan afirma:

- Creo que los niños no deberían correr por las calles muy traficadas.

Luis (que probablemente está de mal humor) no concuerda con esta idea y le responde:

- Pienso que sería muy estúpido encerrar a los niños todo el día en la casa.”

 
En este punto puede comenzar una discusión sin sentido cuando realmente lo que ha sucedido es que Luis ha extraído una conclusión errónea. Es decir, Juan no pretendía decir que se debían encerrar a los niños sino que estos deberían jugar en espacios protegidos donde no hubiese el peligro de los coches.

Realmente el ejemplo que describí es muy sencillo pero en la vida cotidiana solemos utilizar este tipo de pensamiento para desmontar los argumentos de la otra persona y confundirla, sobre todo en las discusiones de pareja. O puede que incluso hayamos sido nosotros mismos víctimas de este tipo de generalización incorrecta.

En el ámbito de la Psicología esta forma de rebatir los argumentos de denomina la “Falacia del hombre de paja”. Este curioso nombre proviene de una antigua costumbre militar en la cual los hombres de paja se utilizaban para entrenar a los soldados en el combate y, obviamente, eran muy fáciles de abatir.

En las relaciones interpersonales esta falacia pretende crear una posición falsa que posteriormente será muy fácil de rebatir y de esta forma se vencerá al adversario. Sin embargo, realmente esta no es una forma de solucionar los conflictos ni de llegar a soluciones asertivas ya que lo que se está haciendo es rebatir un argumento del todo ficticio, una generalización inadecuada o si se quiere, una mal interpretación. Obviamente, casi siempre este “hombre de paja” es una versión mucho más sencilla, débil y fácil de derrotar que la postura real de la otra persona.

Por ejemplo, una persona considera que el “aborto es un crimen contra una vida”. Mientras otra persona intenta rebatir su idea afirmando que “si se apoyan todas las ideas de la Iglesia Católica también se debería prohibir el uso del preservativo”. Realmente el primer interlocutor se refirió solo al aborto y quizás ni siquiera es religioso pero mover la discusión hacia el plano de la intransigencia católica le permitirá al segundo interlocutor ganar la discusión a no ser que… estemos atentos a los argumentos que brinda la otra persona y seamos capaces de hacerles notar que está realizando una generalización incorrecta de nuestras palabras. De hecho, hacerles notar su error de forma asertiva es la forma más eficaz para derrotar esta táctica.

En lo que respecta a quienes usan la falacia del hombre de paja para intentar ganar las discusiones, deben saber que lo importante en un debate no es quien ganó o perdió sino que ambas personas salgan con nuevas ideas. Además, generalmente cuando se aplica esta estrategia en las discusiones solo se logra perder el hilo de la conversación inicial divagando hacia otros temas colaterales.

viernes, 10 de febrero de 2012

EL EFECTO DUNNING-KRUGER


¿En cuántas ocasiones te has encontrado con personas “obtusas” que piensan que son más inteligentes que el resto del mundo? Son personas que se califican a sí mismas como homo sapiens “sapiens” y usualmente son bastante molestas ya que asumen una actitud de sabelotodo, cuando realmente tienen evidentes lagunas en el conocimiento.
 
Pues bien, a esta autopercepción inadecuada se le conoce en el ámbito de la Psicología como “Efecto Dunning-Kruger” y hace referencia a las personas que tienen muy poco conocimiento pero piensan que saben mucho más. De esta forma, tienden a considerarse como más inteligentes y preparadas que el resto de los mortales.

Esta falsa autopercepción fue descubierta en el año 1999 por Justin Kruger y David Dunning, profesores de la Universidad de Cornell. Ambos investigadores comenzaron analizando estudios previos en los cuales se sugería que en algunas ocasiones la ignorancia proporciona más confianza que el conocimiento. Específicamente, se hacía referencia a algunas actividades como la conducción de coches o a juegos como el ajedrez y el tenis.

Así, los investigadores hipotetizaron que las personas más incompetentes tienden a sobrestimar sus propias habilidades y son altamente ineficaces para reconocer sus insuficiencias. A la misma vez, estas personas no reconocen las habilidades de los otros, lo que les hace sentirse superiores. La buena noticia es que cuando estas personas se entrenan y mejoran sus competencias, logran reconocer su falta de habilidad.

Para comprobar esta hipótesis los investigadores reclutaron un grupo de estudiantes de la carrera de Psicología que debieron completar una serie de pruebas de pensamiento lógico, gramática y humor. A continuación los investigadores les mostraron las puntuaciones que habían obtenido y les pidieron que estimaran qué posición podían haber alcanzado en la tabla general. Curiosamente, los estudiantes más incompetentes fueron quienes más sobreestimaron su posición.

Este experimento se repitió en cuatro ocasiones y siempre se obtuvieron los mismos resultados. Hablando en términos estadísticos, los estudiantes que por las puntuaciones obtenidas se encontraban en el 12% peor, se auto-clasificaron dentro del 62% mejor.

Uno de los aspectos más interesantes de este estudio fue que los estudiantes que se creían por encima de la media (aunque realmente estaban muy por debajo), también mostraban una gran incompetencia para reconocer la superioridad de los otros. De hecho, cuando se les mostraron los resultados de los estudiantes más brillantes, esto no modificó la imagen de sí mismo sino que la reforzó. Lo curioso fue que quienes habían puntuado bien, solían dudar de sus resultados, incluso cuando se les presentaban las puntuaciones de las otras personas.

Posteriormente, en el 2004, investigadores de la Universidad de Columbia confirmaron que el efecto Dunning-Kruger no solo se aplicaba a las áreas de las habilidades motoras o intelectuales sino también en el plano de las competencias interpersonales y de comunicación.

Por supuesto, más allá de lo incómoda que pueda llegar a ser una persona que padece del efecto Dunning-Kruger; lo peor de todo es que su incompetencia no solo los conduce a tomar decisiones erróneas sino que también les impide darse cuenta de ello.

Obviamente, también hay detractores del efecto Dunning-Kruger que afirman que sobreestimar nuestras propias habilidades puede ser un indicador de bienestar psicológico. Particularmente creo que todo debe tomarse dentro de límites razonables. Conocer nuestras potencialidades y debilidades es esencial para poder trazar una buena estrategia que nos permita lograr nuestros objetivos en la vida.

lunes, 6 de febrero de 2012

BENEFICIOS DE LA MEDITACIÓN


¿Han visto el filme “Wall Street”? En él se muestra la vida de los agentes de bolsa que están continuamente sometidos a elevadísimos niveles de estrés, siempre pendientes de los cambios en los números y echando mano a las drogas para poder mantener este ritmo frenético.

Lo cierto es que hoy por hoy vivimos en una sociedad que gira vertiginosamente y, cuando nos debemos enfrentar a situaciones laborales que demandan un nivel de alerta constante a lo largo del tiempo, es tentador echar mano a las “ayudas químicas”.

Sin embargo, hace poco Walter Zimmermann (uno de los mayores inversores de capital) concedió una entrevista a la revista Time y declaró que su secreto para mantenerse activo no son las drogas ni la cafeína sino 40 minutos de meditación en la mañana.
 
A confirmar esta idea viene un estudio realizado por Sara Lazar, investigadora del Hospital General de Massachusetts, según el cual la meditación provoca un aumento en la densidad de la materia gris. Para llegar a estas conclusiones se analizaron los cerebros de 20 personas que practicaban cotidianamente la meditación durante 40minutos y los compararon con los cerebros de personas que nunca habían realizado meditación. Además, se apreció que mientras más años las personas habían dedicado a la meditación, más gruesas eran estas zonas cerebrales.

Así, se afirma que la meditación no solo mejora nuestra atención sino que también podría mejorar el proceso de toma de decisiones y, además, prevenir el envejecimiento del cerebro y las enfermedades que esto acarrea.

Pero los beneficios de la meditación no terminan aquí. En una investigación desarrollada por Bruce O’Hara, profesor de la Universidad de Kentucky, se comparó el desempeño de un grupo de estudiantes que practicaba la meditación y otros grupos, dentro de los cuales uno simplemente miraban la televisión y otro dormía.

Después de un periodo ambos grupos fueron sometidos a una tarea de vigilancia en la cual se evaluaba la rapidez de respuesta ante un estímulo ambiental. Como ya podrá presuponerse, quienes habían hecho meditación eran mucho más rápidos en sus reacciones y mostraban estar más atentos al medio que les rodeaba.

Estos beneficios de la meditación para el proceso atencional pueden explicarse a partir de los estudios conducidos por Richard Davidson, quien apreció que las personas que practican la meditación presentan una presencia mayor de ondas gamma (estrechamente vinculadas con el estar plenamente presentes).

En resumen, que la meditación provoca realmente cambios a nivel cerebral que nos permiten estar más atentos al medio que nos rodea y esto tiene consecuencias muy positivas sobre la toma de decisiones y nuestro rendimiento cotidiano. Sin lugar a dudas una opción a considerar si deseamos aumentar nuestro desempeño y calidad de vida.