Desde que somos muy pequeños nos imponen una especie de condicionamiento basado en.. “<¡No!>“. “No hagas esto“, “No hagas aquello“, “no te subas allí, te puedes caer“, “No toques eso, lo puedes romper/dañar/hacerte daño“… y un largo etcétera que, si bien nuestros padres seguían estas directrices sin la menor contemplación pensando en nuestro bienestar, crearon en nosotros una fuerte inseguridad hacia nuestro entorno.
Ya he mencionado antes que todos los seres humanos somos inseguros por naturaleza. Obviamente me refiero a la inseguridad ligada a la aceptación social, a encajar en una comunidad como parte de un clan o grupo organizado en la cultura de cada quien. Pero esto no es tarea fácil, pues con frecuencia recordamos enseñanzas primigenias pensando que es incorrecto hablar con personas extrañas (por poner un ejemplo), y mucho menos tratar de entrar en confianza con ellas demasiado rápido.
De estas raíces del “no“, hemos creado una cultura comunicacional basada en este monosílabo. Inclusive lo llegamos a utilizar sin la verdadera necesidad de negar algo (como cuando nos hacen una pregunta e inveriablemente el comienzo de nuestra respuesta es “No, fíjate que…“ o “No, en realidad…“, que son básicamente variaciones de un mismo motif que se empeña en crear una “barrera“ entre nosotros y nuestro interlocutor.
¿Cómo podemos aspirar a ser asertivos, a usar el lenguaje corporal de una manera efectiva en nuestra comunicación, si de plano estamos coartando las opiniones y acciones de los demás? no sería de extrañar que utilizando profusamente la negación en nuestro diario actuar, nos sintamos más nerviosos, ansiosos e inclusive amargados; igual de probable será que los demás se muestren predispuestos a nuestra negatividad. El decir “No“, arranca de raíz la conversación; constituye un muro infranqueable para la asertividad, que nunca logrará atravesarlo.
¿Que podríamos hacer para solucionar este embrollo? Muy fácil. Acostúmbrate a no decir “No“. Al principio te costará mucho, pues estamos demasiado acostumbrados a defendernos tras esa pared. Pero a medida que nos esforzamos y empezamos a prescindir de esa coraza de inseguridad, veremos que flexionamos nuestro músculo argumentativo con más frecuencia, ¡Pues debemos recurrir a una conversación más rica…! Ésta es la única forma de desarrollar asertividad en la comunicación. Destierren el “No“ por un día entero… ¡veinticuatro horas!, y vean qué tal les fue.
En la improvisación teatral existe una regla explícita en la que todos los actores deben seguir el flujo de la acción sin coartarla. Ellos aprenden expresamente a no decir nunca “No“, sino a dejar que la acción se desenvuelva a través de su actuación. Suena difícil… y lo es. ¡Pero por supuesto, nada que no puedas lograr con suficiente práctica!
Ah, se me olvidaba. Tampoco pueden decir “Sí, pero…“. ¡Ése es un “no“ con piel de oveja!. Fuente:http://lenguajecorporal.org
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