jueves, 28 de abril de 2011

Micropicores en los dedos:denota nerviosismo.

Es interesante conocer la cantidad de gestos distintos que pueden delatar el nerviosismo en una persona.  Desde un ligero tic en el ojo, pasando por un pequeño aumento de la sudoración e iclusive un leve tartamudeo, pueden indicarnos que la persona no está muy dispuesta a continuar la conversación.  Pero éstas son señales muy notorias; sólo ocurren cuando la persona se encuentra bajo un estrés considerable.  ¿Cómo podemos identificar esos detalles más sutiles, que pasan casi desapercibidos?
La respuesta: estar viendo siempre los dedos de la otra persona.  No las manos en general, sino los dedos propiamente.  En ese sentido, nos ahorramos mucha energía, pues la mayoría de los gestos maipuladores que usamos al hablar involucran inconscientemente el uso de los dedos.  Podemos pasarlos por la cara o juguetear con un bolígrafo; la lectura es la misma.
Pero los dedos son aún más delatores cuando nos revelan micropicores,  que son respuestas físicas a un estado de ansiedad que nos embarga.  Estos micropicores se manifiestan de dos maneras: a) una mano “rasca” ligeramente el dorso de la otra, o b) un dedo (generalmente el índice) se frota contra otro dedo (generalmente el pulgar) de la misma mano.
¿Por qué ocurre este fenómeno?  Ya hemos hablado en otros artículos que ciertas manifestaciones no verbales son residuos de expresiones mucho más intensas de cuando éramos niños, y los micropicores no son la excepción.  Son un legado directo de aquellas caricias en el pelo que nos hacían nuestros padres para aliviar un poco nuestros fugaces estados de ansiedad infantil.  Ese acariciar rítmicamente surtió tanto efecto que aún hoy es necesario (aqunque sepamos que las normas establecidas etiquetan como raro el que alguien se acaricie la cabeza).
Debido a los parámetros impuestos por nuestra cultura y educación, estos movimientos son reprimidos… pero no por mucho tiempo; de ahí surgen los movimientos milimétricos de un dedo que se frota contra otro, que juega con una cutícula, o inconscientemente nos frota los nudillos de manera casi imperceptible.
¡Debes estar muy atento a este gesto! Esto quiere decir que la persona se siente un poco ansiosa.  Ya sabes que el primer paso es hacerla entrar en confianza; la venta (o la idea que quieras enseñarle) nunca entrará si nuestro interlocutor no está relajad@ del todo.

lunes, 25 de abril de 2011

Si no parpadeamos, no entendimos

¿Alguna vez te has topado con una persona que por más que le dabas explicaciones, su mirada se sentía “vacía” de entendimiento? Faltaba ese ´algo´ que no podemos definir, pero sabemos que está ahí:  Nuestro interlocutor no nos ha entendido en lo más mínimo, o al menos en gran parte.  ¿Cómo podemos detectar esta situación? Existirá un gesto que nos ayude a determinar si nos entendieron o no?
Afortunadamente sí lo hay: Pestañear.
Analicemos un momento cómo nuestro cerebro procesa la información exterior.  De los miles de millones de impulsos eléctricos que recibe cada segundo, nuestro encéfalo debe “clasificarlos” en un sistema de categorías que viene desarrollando desde que nacimos.  Por lo tanto, si alguien nos habla del Manchester United, recurriremos al ‘estante’ marcado como “fútbol” para comparar y almacenar esa data.  ”Europa” estará en la sección de “Geografía, y “Platón” en la de “personajes históricos.”
El caso es que el cerebro necesita un “tiempo fuera” para poder ir desde el centro de control hasta el centro de almacenamiento, donde están las categorías mencionadas.  Y es durante el pestañeo que ocurre tal proceso; el cerebro “cierra” la entrada de información durante una décima de segundo para poder clasificar lo que acaba de percibir.
Pero este “tiempo fuera” no ocurrirá hasta que la información que estamos recibiendo concuerde con alguna de las categorías que hemos almacenado.
Como por ejemplo, si les dijera “C6H12O6″, ¿Tendría algún sentido para ustedes? quizás no, a menos que se hayan mantenido despiertos en esa clase de química (es la fórmula de la glucosa).   Cuando somos expuestos a información que es difícil de categorizar, los ojos se mantendrán abiertos en un afán de captar una pista sobre qué demonios nos están hablando. FUENTE:Jesús Enrique Rosas:Venezolano, experto en lenguaje corporal y comunicación no verbal. Consultor en Liderazgo y Comunicación Corporativa.

sábado, 23 de abril de 2011

Los celos: Ese mecanismo que engaña la mente



Los celos hacen perder de vista el objeto del amor”, expresó George Elliot y ahora un nuevo estudio viene a confirmar esta idea que había surgido del conocimiento empírico y de la experiencia popular acumulada con el curso de los años.

Realmente nuestra capacidad para razonar y analizar las cosas en perspectiva se altera en el preciso instante en el cual iniciamos a experimentar fuertes sentimientos, sobre todo si estos se manifiestan a través del miedo a perder el objeto amado (en este caso, la pareja). La atención y la memoria resultan algunos de los procesos psicológicos más comprometidos y, por un curioso contrasentido, las personas celosas tienden a focalizarse en los rivales atractivos. O al menos eso es lo que afirma Jon Maner, investigador de la universidad Estatal de Florida.

Vale puntualizar que esta investigación resulta uno de los primeros experimentos donde se intentan correlacionar los celos románticos con el funcionamiento cognitivo. Pero… ¿cómo se realizó?

Maner condujo este experimento con cientos de estudiantes heterosexuales; en la mitad de ellos se realizó un priming con la preocupación sobre la infidelidad pidiéndoles que escribieran sobre cuatro o cinco incidentes en los cuales se habían sentido particularmente celosos. El resto de los participantes tenía la misma tarea solo que debían escribir sobre cualquier situación que le hubiese provocado un elevado nivel de ansiedad, sin que ésta estuviese relacionada con la infidelidad.

Posteriormente cada participante fue clasificado en un rango de celotipia, en dependencia de sus experiencias y de cuán celosos se habían sentido ante las diversas situaciones que habían descrito.

Una vez completada la tarea de la escritura, en el primer estudio cada participante se sometió a una prueba de índole cognitiva. En una pantalla aparecían imágenes de personas y una serie de formas que los estudiantes debían valorar. Evidentemente, para realizar exitosamente esta tarea los participantes debían focalizarse exclusivamente en las formas y no en los rostros. El problema radicó en que aquellas personas que se sentían acuciados por los celos, obtuvieron puntuaciones muy bajas en la prueba debido a que se les hacía extremadamente difícil apartar la atención de los rostros de las personas atractivas que aparecían en la pantalla.

En el segundo estudio los participantes se enfrentaron a una prueba de memoria. En la pantalla se presentaban una serie de cartas con rostros de personas. Los estudiantes sólo debían emparejar las cartas según fuesen idénticos los rostros mostrados. Asombrosamente las personas más celosas también mostraron una memoria increíble para los rostros atractivos de su mismo género.

Así, podemos apreciar que los celos conducen a una especie de sobrevigilancia de género, debido a la cual nuestros recursos cognitivos se ven minimizados en aras de satisfacer otra demanda que nos resulta aún más apremiante. Si tememos que nuestra pareja nos abandone, asumiremos una actitud vigilante en nuestro entorno, buscando personas atractivas que puedan convertirse en un rival. De esta forma, nuestra atención y memoria se hallarán minimizadas para enfrentar el resto de las actividades.

En fin, una vez más se comprueba que los celos no son buenos consejeros.


Fuente:
Maner, J.; Miller, S.; Rouby, A. & Gailliot, M. (2009) Intrasexual vigilance: The implicit cognition of romantic rivalry.Journal of Personality and Social Psychology, 97: 74-87.

lunes, 18 de abril de 2011

El Vaginismo: Cuando las mujeres dicen no al sexo

No todo es color de rosa en materia de sexualidad, de hecho, para muchas personas la sexualidad se relaciona con el dolor y el sufrimiento, convirtiéndose en un motivo de preocupación y zozobra permanente. La dispareunia y el vaginismo son algunos de los trastornos de índole sexual que afectan a las féminas y que resultan más usuales de lo que podríamos imaginar.

El vaginismo es una condición que afecta entre el 5 y el 17% de las féminas y comprende un 25% (algunos estudios incluso refieren un 42%) de los casos que asisten a las consultas de ginecología y sexualidad.

Pero… ¿qué el vaginismo?

El vaginismo es un espasmo involuntario de los músculos que rodean la vagina que impide cualquier intento de penetración; es como si la vagina “desapareciese”, literalmente hablando. En algunos casos la más mínima prueba de introducir cualquier cosa en la vagina resulta totalmente infructuosa (denominándose vaginismo severo) mientras que en otros casos la penetración es posible pero acarrea gran dolor (vaginismo moderado). De una forma u otra, el acto sexual es prácticamente imposible.

En el 90% de los casos el vaginismo es primario; es decir, la mujer nunca ha logrado consumar la relación sexual. En el 5% restante el vaginismo es secundario ya que en algún momento de la vida la mujer pudo mantener relaciones sexuales sin vivenciar esta problemática.

Usualmente el problema no se debe a una deformidad física sino que es una condición emocional que provoca una respuesta a nivel fisiológico. La mayoría de las mujeres con vaginismo están seguras de que el acto sexual será doloroso, usualmente consideran que sus vaginas son demasiado pequeñas y así, involuntariamente, contraen los músculos que la rodean. Se desarrolla una especie de fobia o miedo del pene, que es asociado con el dolor.

Otras féminas han vivido experiencias sexuales traumáticas, ya sean violaciones o cirugías, que normalmente le han reportado grandes dolores en el área genital. Se han presentado casos de vaginismo a partir de la realización del primer examen ginecológico ya que la mujer no estaba suficientemente preparada para el mismo.

Otras veces las causas se hallan en el tipo de relación que se mantiene con la pareja. Cuando las mujeres no se sienten cómodas o confiadas pueden responder manifestando los síntomas del vaginismo.

En fin, el vaginismo es una condición que generalmente aparece cuando la mujer tiene algún tipo de miedo, inquietud o no se siente cómoda ya sea en relación con su compañero, hacia ella misma o hacia la sexualidad. Por supuesto, en todos los casos esta patología no responde a una decisión consciente sino a un deseo inconsciente de proteger sus cuerpos y a sí mismas del dolor.

No obstante, en un pequeño porcentaje de casos la explicación tiene un origen físico. En estos casos el vaginismo puede ser la consecuencia de un himen rígido o de ciertas deformidades en la vagina.

La mayoría de las mujeres que poseen vaginismo se avergüenzan y creen que sufren un problema único, muchas veces no acuden al médico hasta que la condición no se hace totalmente insoportable. Los sentimientos de culpa e inadecuación son comunes. El vaginismo se vivencia tal y como los hombres perciben la disfunción eréctil: una dificultad que crea un círculo vicioso donde al final la pareja abandona los intentos de mantener una relación sexual placentera.

El tratamiento para el vaginismo consiste en una combinación de técnicas relajación y ejercicios comportamentales que ayudan a la mujer a liberarse de sus miedos en relación con la sexualidad. Vale aclarar que una buena parte de las mujeres que se someten a terapia logran vencer esta problemática.

El vaginismo no debe confundirse con la dispareunia. En lo que respecta a las causas psicológicas, casi siempre el vaginismo se encuentra provocado por un miedo que genera el dolor mientras que en la dispareunia sucede lo contrario, es el dolor quien desata la sensación de miedo. Además, usualmente las mujeres que sufren de vaginismo sólo experimentan dolor cuando se intenta la penetración mientras que quienes padecen de dispareunia pueden sentir dolor antes o después del intento de penetración.
Fuente: www.rincondelapsicologia.blogspot.com

martes, 12 de abril de 2011

Interpretación facial de las emociones

Según estudios de Paul Ekman(http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Ekman) la especie humana cuenta con una lista de expresiones faciales biologicamente universales que podemos detectar en cualquier rostro humano. Dichas expresiones son las siguientes: